Recientemente se han producido dos noticias que no han
ocupado la primera página de los periódicos ni han tenido la repercusión que
merecían: la celebración en Roma, del 10 al 25 del pasado mes de octubre, del
sínodo que ha reunido a 165 obispos, durante el cual la Iglesia ha dejado de
ocuparse del aborto, de la masturbación, de las mujeres en el hogar y de la
sexualidad de los adolescentes, para centrarse en el grave problema de los
cristianos de Oriente. La segunda noticia es la decisión, más simbólica que
significativa, tomada el 2 de noviembre, de acoger en suelo francés a 150
cristianos de Irak, víctimas del atentado del 1 de noviembre, que se saldó con
la muerte de 46 fieles católicos siríacos en una iglesia de Bagdad.
De hecho, la decisión francesa no es
sino el síntoma de una realidad mucho más apremiante, ya que los cristianos de
Oriente son ahora más numerosos en el extranjero (Europa, América, Australia)
que en sus países de origen. Durante los últimos 100 años su proporción en la
región no ha dejado de caer: en total solo representarían entre un 3% y un 6%
de las poblaciones locales en lugar de entre un 15% y un 20% a comienzos del
siglo XX. Hoy son aproximadamente 13 millones los cristianos que viven en
países árabes de Oriente Próximo, en Turquía y en Irán.
Aunque sea difícil evaluar la población cristiana de cada
uno de los países de Oriente Próximo, se calcula que actualmente habría en
Líbano un 30% de cristianos y que un 40% de su contingente inicial habría
abandonado el país desde el comienzo en 1975 de las guerras civiles. Recordemos
que en un Líbano afectado por el conflicto palestino-israelí, la política y las
operaciones violentamente antipalestinas de la Falange cristiana entre 1975 y
1982 no les dispensaron precisamente las simpatías del mundo árabe.
En Irak, la población cristiana presente en Mesopotamia
desde hace 2.000 años ha disminuido en un tercio desde el conflicto entre Irán
e Irak y las dos guerras estadounidenses contra Sadam Husein, y solo representa
ya el 3% de la población. Lejos de calmar las cosas o de proteger a las
comunidades amenazadas, la presencia norteamericana en ese país solo ha servido
para atizar los odios.
Las iglesias iraquíes son regularmente atacadas, como ha
ocurrido recientemente con la iglesia siríaca de Bagdad. En un lugar como Mosul
solo quedan 500 familias cristianas de las 2.000 que había. "Los
cristianos de Mosul y de Basora deben escoger entre el regreso a ladimitud, la
emigración o la muerte", dice Jean Benjamin Sleiman, arzobispo católico de
Bagdad.
Bajo el Imperio Otomano, la dimitud era un régimen
de tipo medieval de sumisión y protec-ción de las minorías, que implicaba el
pago de un impuesto particular.
De hecho, la tragedia que golpea a los cristianos de Irak
afecta también al conjunto de minorías étnico-religiosas de la región. En
Alepo, Siria, cuna del cristianismo histórico, la población cristiana no
representa más que un 10%, y el 2% en Jordania. Israel contaría con un 10% de
árabes israelíes cristianos y actualmente sería receptora de una diáspora de
árabes cristianos. En Egipto, los coptos son desde hace tiempo el objetivo de
los Hermanos Musulmanes, precursores de todos los islamistas y talibanes del
mundo, cuyas exacciones, sobre todo en el Alto Egipto, fuerzan a los coptos al
exilio. Desde hace 10 años, un millón y medio de coptos habrían emigrado,
principalmente hacia Estados Unidos o Canadá.
También en Palestina la situación se deteriora rápidamente:
la mujer de Yasir Arafat era cristiana, pero en Cisjordania, en Jerusalén Este
y en la franja de Gaza sus correligionarios ya no serían más que unos 50.000.
Representan el 30% de la población de Belén, después de haber sido durante
siglos el 80%. No obstante, el alcalde cristiano de Belén ha sido elegido con
el apoyo de Hamás y los cristianos están representados en la dirección de la Autoridad
Palestina de Mahmud Abbas.
La cristiandad de Oriente reconoce a una docena de iglesias
diferentes -todo un símbolo de tolerancia y libertad-, dirigidas por 11
patriarcas, habiendo prosperado cuatro de ellas más que las otras: la griega
ortodoxa de Constantinopla, la iglesia copta de Alejandría, la iglesia de
Antioquía, griega, siria y jacobita, y la iglesia católica de Roma. Pero la
historia de los últimos decenios se ha encargado de transformar totalmente la
situación de esta región extraordinariamente compleja y rica tanto social como
culturalmente.
Mientras que Líbano se desgarraba en guerras intestinas y
Palestina se judaizaba, el Irak laico y tolerante ha sufrido literalmente una
implosión por efecto de las dos guerras norteamericanas, que han hecho de la
colectividad cristiana una de sus principales víctimas.
Causas políticas internas o introducidas desde el exterior,
y por lo general por Occidente, han provocado en todas partes la misma
consecuencia, el incesante ascenso del islamismo más radical, que constituye
una creciente amenaza no solo para la libertad religiosa sino una amenaza
política para la sociedad civil y los derechos de las personas.
"Algunos observadores predicen que Tierra Santa se
habrá vaciado enteramente de sus cristianos en el siglo próximo", escribe
René Guitton. Y, sin embargo, esos árabes cristianos tienen precisamente su
hogar en Oriente, donde su presencia bimilenaria es anterior al islam.
Desde los orígenes de la cristiandad, encajonados entre
Oriente y Occidente, con una cultura árabe y una religión o creencia que les
vincula a Occidente, "los cristianos han sido los catalizadores de la
modernidad árabe", recuerda el historiador Henry Laurens.
La contribución de los árabes cristianos, particularmente de
los libaneses, al renacimiento del mundo árabe, es bien conocida, y es larga la
lista de los intelectuales árabes cristianos reconocidos en el mundo entero,
desde Edward Saïd a Gibrán Jalil Gibrán pasando por Butros Butros-Ghali,
antiguo secretario general de la ONU, y la gran cantante Fayruz. La historia de
la prensa, de las artes gráficas y de la edición, desde la primera imprenta
árabe en Oriente hasta el lanzamiento de algunos de los grandes periódicos
contemporáneos, no existiría sin ellos.
Y, como han escrito en Le Monde Nadia Hamour y
Mohamed Abdi: "A la cabeza de la laicización, han sido los primeros en
pensar en la integración política de todas las minorías religiosas en un mismo
movimiento de reivindicación nacional, de lucha anticolonialista y de
emancipación. Su desaparición corre el riesgo de dar la razón a los defensores
del choque de civilizaciones, cristalizado en esta seudofractura
entre Oriente y Occidente".
Nicole Muchnik es periodista y escritora. Traducción de
Juan Ramón Azaola.
FUENTE: EL PAIS 24 DICIEMBRE 2010