El
paradigma del escritor está en plena revisión
El
mundo digital ha alterado los hábitos de lectura y la forma en que el autor
concibe su obra Triunfan las novelas ágiles y con mucha acción
Ahora
es el editor quien busca talento
“Cuando leía sus ojos corrían por encima de las páginas,
cuyo sentido era percibido por su espíritu; pero su voz y su lengua
descansaban”. San Agustín de Hipona quedó estupefacto al ver a san Ambrosio de
Milán leyendo en silencio en su celda monacal. Lo cuenta en las Confesiones. Corría
el siglo IV y hasta entonces quien sabía leer lo hacía en voz alta. Las cosas
cambiaron: los soportes para la escritura (arcilla, huesos, papiro,
pergamino…); el tipo de lector (desde los sumos sacerdotes a esa señora del metro)
y también los escritores… El cambio llevó siglos, pero ahora, en el breve
espacio de una vida humana, la de usted, todo vuelve a cambiar. La camada de
humanos que hoy puebla el mundo rico nació leyendo y escribiendo de una manera
y morirá leyendo y escribiendo de otra.
Algunos síntomas del cambio en la manera de escribir son
evidentes. Por ejemplo, el abandono del bolígrafo y de la caligrafía en aras
del teclado y las pantallas táctiles. Pero más allá de la mecánica de la
escritura, la irrupción del mundo digital también está cambiando la forma en
que los nuevos autores conciben su obra. El paradigma del escritor se encuentra
en plena revisión. Desde que un individuo con ganas de contar una historia se
enfrenta a un folio (pantalla) en blanco, hasta el instante en que un lector
inicia la lectura de esa historia, toda la cadena de creación, publicación,
distribución y comercialización de la obra está patas arriba. Un síntoma más es
el estado de la industria editorial en España. En 2011, según datos del INE, el
número de libros impresos se redujo un 24,4% y volvió al nivel de hace una
década. Poco a poco el formato digital toma el relevo. Más del 20% de las
licencias de ISBN (el DNI de cada libro) que se emiten en España son ya para
contenidos digitales. En 2011 se vendieron un 500% más de dispositivos de
lectura electrónica que en 2010.
También cambia la forma en que nos relacionamos con otros lectores
“No tengáis miedo de la tecnología. Si la abrazáis
encontraréis muchas más oportunidades que si lucháis contra ella”. Estas
palabras de Kerry Wilkinson fueron recibidas con gesto grave por un selecto
grupo de editores durante la pasada Feria del Libro de Londres. Wilkinson,
periodista deportivo británico de 31 años, ha sido durante meses el autor más
vendido en las listas que los grandes almacenes virtuales Amazon elaboran para
los títulos disponibles en sus dispositivos de lectura Kindle. En seis meses, Wilkinson
vendió 250.000 ejemplares de su novela Locked in. Nunca antes
había escrito y se planteó todo como un experimento. Él decidió el precio de su
obra, también cuál iba a ser la sinopsis y cuál iba a ser el contenido del
fragmento (un 10% de la obra) que los lectores iban a poder disfrutar
gratuitamente. Se convirtió en su propio editor y agente, pero, finalmente,
firmó por una editorial tradicional. Pan Macmillan publicará sus tres próximas
novelas y ha comprado los derechos tanto digitales como físicos de sus tres
anteriores trabajos.
En España está ocurriendo lo mismo. Ya no es el autor el que
busca editor, sino a la inversa. Armando Rodera (Madrid, 1972) es uno de los
cinco escritores que Ediciones B ha fichado directamente de Internet. Su novela El
enigma de los vencidos forma parte de la colección TopDigital. Se trata de
libros en papel cuyo origen eran e-books autoeditados que habían sido
superventas en Amazon España. ¿Cuál es el secreto de esas novelas que, hasta
ahora, habían pasado inadvertidas para los editores tradicionales? “Siempre me
ha gustado leer en formato thriller y eso lo intento trasladar a mis
obras: tramas fluidas que inviten a seguir leyendo, mucho diálogo y
descripciones breves, personajes que llamen la atención. El lector digital
demanda novelas más cortas y con mucha acción, por lo que no he tenido que
cambiar demasiado mi manera de escribir. Sin embargo, mi novela más exitosa en
Amazon, La rebeldía del alma, alcanzó el número uno en España a
primeros de junio siendo mi historia más reflexiva. Cuestión de gustos”,
responde Rodera.
Gómez-Jurado, muy activo en Twitter, es el nuevo paradigma de escritor
Estos nuevos autores (y sus lectores) no serían
comprensibles sin el dispositivo de lectura. “Los libros electrónicos, en
general, no sirven para decorar una habitación”. Dwight GArner bromeaba en
las páginas de The New York Times en marzo en su artículo La
manera en que leemos ahora. Con humor, repasaba las virtudes y
defectos de todos los cacharros en los que ahora se puede leer. “Como los
libros electrónicos no tienen cubiertas, puede que a los adolescentes les
resulte más fácil leer libros que algunos padres antes confiscaban”.
Cambiará el aspecto de nuestras salas de estar, cambian los
lugares donde leemos y cambia la forma en que nos relacionamos con otros
lectores (olvídese de encontrar a su media naranja en el autobús guiándose por
la cubierta de la novela que va leyendo, busque, más bien, en las redes
sociales y en los clubes de lectura virtuales). Garner, además, relaciona un
tipo de obras con un determinado soporte. Para su teléfono inteligente elige
losDiarios de John Cheever. Para su iPad, “esa clase de grandes libros de
no ficción (…) como la biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson”.
Julieta Lionetti es la responsable de las noticias sobre el
mercado del libro en español en la revista especializada Publishing
Perspectives. A sus espaldas, una carrera de 20 años como editora: “No leemos
solo con los ojos. Leemos con las manos, con el cuerpo todo, que adopta una u
otra postura según el género y la intención. La revolución digital ha roto el
antiguo lazo entre los textos (las obras) y los objetos (los libros). Esto
cambia la forma en que leemos. ¿Cómo? En la lectura digital jamás nos
encontramos ante la obra entera. No tenemos experiencia sensible de su
totalidad. La lectura a saltos y brincos de la que hablaba Montaigne
al referirse al libro códice no es equivalente a la fragmentación que nos
propone la pantalla luminosa o de tinta electrónica. En el libro digital,
avanzamos solo en el tiempo, nunca en el espacio exteriorizado de la
materialidad”.
Por eso un tipo de géneros, como defendía Rodera, son más
demandados por los lectores de libro digital: “Los más aceptados son aquellos
en los que avanzamos a ciegas para saber quépasará: novela en
general, pero sobre todo la romántica, la de suspense, la de ciencia ficción y
fantasía, que no dejan de ser un subgénero de la literatura de aventuras.
Privados de la espacialidad del objeto, de la conciencia de su totalidad,
leemos solo en el tiempo”, señala Lionetti.
El escritor Juan Gómez-Jurado, que acaba de publicar su
cuarta novela, La leyenda del ladrón (Planeta), considera que con el
cambio de siglo España ha empezado a entender el fenómeno de los libros blockbuster. “Con Harry
Potter, con La sombra del viento, con el Código da Vinci… Es
un fenómeno que en EE UU lleva tres décadas. Son novelas que lee hasta quien no
ha leído nunca. Son obras que crean lectores y, también, escritores”, afirma. Y
crean un tipo nuevo de escritores y de lectores que ya no responden
necesariamente al cliché del intelectual: “Aquí nos hemos creído que lo bueno
era determinado tipo de historias asociadas a la literatura intimista-costumbrista
en la que el río de pensamiento era lo más importante. Yo no creo que fuese
capaz de escribir una novela de Javier Marías, pero dudo bastante que Javier
Marías fuese capaz de escribir una novela mía, ¿por qué una cosa va a ser mejor
que la otra?”, se pregunta Gómez-Jurado.
Los nuevos autores saben bien lo dura que es la competencia
en el mundo digital y, también, que esto es solo el comienzo. “Quizá el soporte
digital posibilite que se publiquen libros menos trabajados, pero también
libros más entretenidos. Además, a escribir se aprende y un autor novel
mejorará con la práctica”, apunta Gómez-Jurado y advierte de las posibilidades
comerciales de este nuevo ecosistema: “Lo que produce el mundo digital es una
serie de nichos que antes no estaban cubiertos. Puede haber un lector fanático
de novelas de investigadores privados en la Alemania nazi. Si de repente surge
un autor que se especialice en ello, tendrá un gran éxito en su género. Se ha
producido en Estados Unidos con Amanda Hawking. Sus novelas tienen 16.000
críticas online y el 90% de ellas de cinco estrellas. Son libros que
tienen una calidad literaria, entre comillas, inferior, pero satisfacen una
necesidad”. Así pues, el papel prescriptor del editor tradicional, y del
crítico literario, está desapareciendo. Lo que manda es el boca a boca virtual.
Son los lectores a través de las redes sociales los que
recomiendan a otros lectores qué hay que leer. También son los lectores los que
dan pistas a los escritores sobre fallos en sus obras, o sugieren nuevas
tramas. El escritor deja de ser un personaje al que uno solo puede pedirle un
autógrafo en una caseta de feria. Gómez-Jurado, con más de 135.000
segudiores en la red social Twitter y un diálogo constante con sus
lectores, representa en buena medida el nuevo paradigma de escritor.
El lingüista José Antonio Millán es autor, entre
otras obras, de La lectura y la sociedad del conocimiento (2001).
Millán enumera los beneficios que para el creador ofrecen los nuevos soportes:
“La mayor ventaja de escribir para soporte digital es que la longitud no es una
limitación a priori. Quiero decir que uno puede dilatarse lo que pida
el tema, lo que exija su desarrollo. Y luego la obra puede difundirse o
comercializarse independientemente del tamaño (eso sí: si se vende hay una
relación bastante clara entre extensión y precio). De hecho, han surgido nuevos
nichos de tamaño, como los Amazon Singles, que apelan a una longitud
natural (más largos que un artículo, pero menores que una novela), que
antes estaba vedada por el mercado...”.
Singles, sí, como en el mundo de la música. T. C.
Boyle, uno de los maestros estadounidenses del relato corto, también ve la
analogía: “En cuanto a los e-books y las descargas, veo que mi editor
alemán, Hanser Verlag, está ofreciendo descargas baratas de una colección de 14
historias mías, historias que todavía no han sido traducidas y publicadas en
papel. ¿Que cómo me siento? Pues como un roquero que ofrece canciones sueltas
en iTunes a 99 céntimos”. Boyle, en cambio, niega cualquier condicionamiento
del mundo digital sobre su forma de escribir: “No tengo absolutamente nada en
cuenta, salvo la historia que me traiga entre manos”.
Pese a las suspicacias que los nuevos soportes puedan
levantar en los autores y lectores tradicionales, las primeras investigaciones
muestran que aquellas personas que leen en formato digital leen más que las que
lo hacen en papel. Así lo apunta un estudio sobre el panorama en Estados Unidos
elaborado por el PewResearch Center publicado en abril. El lector medio de
libros digitales lee 24 al año, mientras que el lector en papel lee una media
de 15. En España no llega a tres millones el número de personas que leen libros
en formato digital. En 2010 representaban el 4,3% de todos los lectores. En
diciembre de 2011 ya eran el 6,8%, según el estudio Hábitos de lectura y
compra de libros en España 2011 que publica la Federación de Gremios de
Editores de España.
Los lectores ya no son lo que eran y los escritores tampoco.
Ante el cambio, uno puede inquietarse, como san Agustín al ver a san Ambrosio
leyendo en voz baja, o recurrir al pragmatismo, como Gómez-Jurado: “Aquí no
estamos salvando el mundo, lo que estamos haciendo es contar historias”.
FUENTE: EL PAÍS (Antonio Fraguas) 17 JULIO 2012