NAVIDAD SIN ÁNGELES NI PASTORES (Manuel de Unciti)

La adoración de los pastores (Murillo)


Los relatos de la primera Navidad no son cuenticos para niños. El evangelista Lucas que los escribe no es un lírico ternurista. Si se lee con inteligencia, se advierte pronto que, tras una exposición amable, restalla la denuncia implacable. Ocurre así con el cántico angélico, con ese «Gloria Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres, que Dios ama».

Poetas de medio mundo y una pléyade de músicos de todos los tiempos han encontrado inspiración y aliento en este breve versículo. Por desgracia, el lirismo se ha 'comido' el trallazo de la denuncia. Y lo que en el texto lucano era un formidable alegato contra una política romana de divinización del César que, desde Roma, gobernaba en Palestina desde hacía ya seis décadas y una atormentada descripción de los odios cainíticos y de las rivalidades que asolaban la región, con el paso del tiempo se ha transformado en una encantadora aparición, a medianoche, de coros angélicos a unos cuantos ingenuos pastores.

Y es que aquí está Lucas, el mejor Lucas, el evangelista de la opción preferencial por los pobres. Los pastores eran en los días del nacimiento de Jesús el colectivo social peor considerado. Su rusticidad era proverbial. Sus modos de vida les imposibilitaba para seguir todas las normas y pautas de la legislación religiosa judía. Vivían en los márgenes de los márgenes. Eran, en verdad, unos perfectos marginados. Pues bien: Lucas convoca a estos pastores -marginados y despreciados- hasta hacerlos los destinatarios primeros de la buena nueva, los primeros en saborear «la gran alegría» de que acababa de nacer un niño que, andando el tiempo, sería su gran liberador. A este niño se le llamará 'Yeshoshúa' -abreviado 'Yeshúa'- que significa «Yahvé salva». ¡Nada menos!

La elección de este nombre no tiene nada de ingenuo. Acababa de tributársele al emperador Octavio el título de 'augusto', lo que equivalía a llamarle 'sublime', apelativo hasta entonces reservado a los dioses. Se le aclamaba como «salvador del mundo», como «portador de paz», como «creador de prosperidad» para toda la humanidad. Lucas, en su evangelio, milita contra esta desbordada catarata de calificaciones por encima de todo elogio. Para él, el 'Yeshúa' que nace será -es- el verdadero 'Príncipe de la paz', tal como ya lo habían anunciado los viejos profetas. Comienza así un enfrentamiento que culminará, en 34 ó 36 años después, con la crucifixión de Jesús un 7 de abril, víspera de la pascua judía.

El que se podría considerar como 'departamento de propaganda y agitación' seguía mientras tanto su trabajo. En muchas poblaciones se erigían estatuas al César, junto a los templos o lugares del culto. En Cesarea del mar, valga por caso, se levantaron junto al templo dos gigantescas estatuas. Una dedicada a Roma; la otra, al emperador Octavio Augusto. Todas las naves que atracaban en el puerto de la 'pequeña Roma' tenían que fijar sus ojos en los brillos de la piedra blanca pulida de las colosales estatuas.

El no da más, con todo, de la sublimación del César y de Roma consistió en la colocación del águila imperial, toda de oro, sobre la principal puerta de entrada al templo de Jerusalén. Todos los fieles adoradores de Yahvé se veían así obligados a pasar bajo el refulgente símbolo del poder romano. !Nada podía ser más humillante para los judíos! Yocurrió lo que no podía menos que ocurrir: los maestros de la Ley de Moisés Judas y Matías logran reunir junto a ellos a 42 jóvenes que, amparados por las tinieblas de la noche, hacen trizas al águila del Imperio. La reacción del rey Herodes no se hizo esperar: mandó quemar a los 42 muchachos y a sus maestros. Yes, precisamente, por estos días cuando nace en las afueras de Belén Yeshúa. No alcanzará éste a conocer al rey Herodes el Grande. El tirano, sanguinario y más que cruel, muere en su palacio de Jericó tres o cuatro años antes. Su fama -su mala fama- se prolongará por años; mala fama que Lucas, con evidente exageración, traduce en la 'matanza de los inocentes'.

Pero ¿es que cabía exagerar un nada así al presentar la biografía de Herodes? No. Su mala fama es trasunto fiel de su tiranía. Mató, en primer lugar, a su cuñado Aristóbulo; luego, a su mujer Mariamme, acusada de adulterio; más adelante a su suegra Alejandra. Y, luego, a sus hijos Alejandro y Aristóbulo, que tenían que ser sus legítimos herederos. Cinco días antes de morir todavía tuvo tiempo para matar a su otro hijo Herodes Antípatro. No. Lucas no carga las tintas. Describe la falta de paz en la tierra. La ira del pueblo judío, contenida durante los 34 años de crueldad, revienta a la muerte del tirano. En diversos puntos de Palestina la algarada popular hace actualidad. Saquea el palacio herodiano de Jericó. También -y más aún-, el palacio de Séforis. Se apodera de armas de los militares y del grano almacenado. En Emaús, el pastor Atronges se enfrenta con los suyos a las tropas herodianas. Y¿Roma? El gobernador de Siria, Varo, se pone al frente de un ejército de no menos de 20.000 hombres. Destruye Séforis y hace una contundente redada de esclavos. Unos dos mil fueron crucificados cerca de Jerusalén. 'Paz en la tierra'. El himno angélico es, todo él, una implacable denuncia.La Navidad lucana tiene poco -o nada- de lírica. No es el 'cuentico ternurista' en que la hemos convertido.

FUENTE: DIARIO VASCO, 28 DICIEMBRE 2011