CUIDADO CON LA OBSESIÓN POR GANAR





Vivimos en un mundo acelerado. Competimos en el deporte, en el trabajo, en todo. Y parece que ganar es siempre el objetivo. ¿No era participar lo importante?


Fui a un partido de baloncesto de mi hija. Una competición escolar de niñas de 11 años. El partido estaba reñido, y ambos equipos luchaban con pasión. A mitad de partido, la entrenadora del equipo contrario empezó a discutir las decisiones arbitrales con inusual agresividad. Y los padres, que habían comenzado con algunos gritos de ánimo, hacía un buen rato que habían perdido los papeles y se comportaban como auténticos hooligans,estimulando una competitividad desmesurada y sin dudar ni un instante en insultar literalmente a los contrarios. Perdimos el partido, y la celebración del otro equipo fue una exhibición de arrogancia y humillación del contrario absolutamente fuera de lugar. Una provocación en toda regla, a la que se unió el hecho de que la entrenadora contraria le negó el saludo a nuestro entrenador.

A la vista de aquel triste espectáculo, hice todo el camino de vuelta a casa cuestionándome si mi hija debía continuar en el equipo, y preguntándome qué sentido tenía todo aquello: ¿qué aprendía mi hija de aquella competitividad fuera de límites?, ¿a qué rincón del olvido habíamos relegado la famosa frase del fundador de las Juegos Olímpicos modernos que afirmaba: lo importante es participar?

Sigue leyendo este estupendo artículo de Ferran Ramón-Cortés en este enlace de EL PAÍS SEMANAL.