Parece claro que Dominique Strauss-Kahn (DSK) mantuvo inopinadas y rápidas relaciones sexuales, a las 8 de la mañana, en un hotel de Nueva York con Nafisssatou Diallo, encargada de la limpieza de las habitaciones. La duda estriba en si hubo violación o consentimiento en la relación sexual. La justicia americana, que no dudó en meter en la cárcel al todavía todopoderoso presidente del FMI, al cabo de tres meses de pesquisas lo ha dejado libre sin cargos. Diallo afirmó, en tres versiones de los hechos inconciliables entre sí según la justicia, que hubo violación. DSK dio siempre la misma versión, manteniendo que hubo relación consentida.
Personalmente no necesito saber más pero en 'Le Monde' del 25 de agosto pasado encontré dos artículos en torno a este tema, con dos visiones radicalmente distintas de la sexualidad que me ha parecido de interés resumirlas y trasladarlas aquí para su reflexión.
La primera firmada por el ensayista y novelista de éxito Pascal Bruckner (recuerden, por ejemplo 'La edad de la inocencia'), sostiene que en los EEUU está surgiendo un fenómeno singular inexistente en Europa: «el nacimiento de una inquisición democrática, conservadora y feminista», una alianza del feminismo y de la derecha republicana ultraconservadora.
Un ambiente de macartismo moral (del Mac Arthur de la persecución de comunistas al termino de la segunda guerra mundial) de tal suerte que «cualquier americano puede caer en un momento u otro bajo las hordas caudinas de esta inquisición democrática» a poco que se descuide en sus relaciones sexuales con una persona desconocida. Al termino de su artículo advierte a los turistas franceses que, antes de mantener relaciones sexuales con un/a autóctono/a, le haga firmar un documento escrito donde «le autorice a disfrutar de su cuerpo».
En la misma página del periódico podemos leer otro artículo, este escrito por Florence Montreynaud, autora entre otros libros de 'La aventura de las mujeres', con este título: «la pretendida seducción 'a la francesa' no es otra cosa sino violencia sexual» y este subtítulo, «ya es hora de repensar el amor, lejos de los machos (sic) de este mundo». Un seductor según la autora, «tanto hoy como ayer, aquí como en cualquier otro sitio, no es sino un hombre que, a fuerza de sonrisas y buenas palabras, busca obtener de una mujer o de un niña lo que ella no propone, lo que ella no desea». Las seductoras, dirá más adelante, son fruto de la ficción literaria o cinéfila que «en la gran mayoría son producciones de hombres».
Dos visiones, las dos, con fondo de realidad pero sesgadas por unilateralidad y ausencia de ecuanimidad. Las relaciones sexuales son poliédricas y, desde fuera, nunca sabremos toda su verdad. Ni falta que hace, salvo violencia sexual o acusaciones falsas de acoso sexual, por supuesto. Siempre he pensado que debe primar la intimidad y el recato. Lo contrario de lo que vemos ahora: mucho morbo y mucho espectáculo. Otro ejemplo del «panem et circenses» de los romanos. En su decadencia.
FUENTE: DIARIO VASCO, 3 SEPTIEMBRE 2011