Tenía un artículo sobre la educación en Finlandia a punto de enviarlo cuando, al abrir la prensa, ayer viernes, me encuentro con esta noticia en DV: «2.700 cristianos de Gipuzkoa denuncian el silencio de Munilla sobre el caso Pagola» al que acompaña este subtítulo. «Le piden una 'aclaración pública' sobre el proceso abierto contra la obra del teólogo». «Esta gravísima situación no ha merecido una palabra pública por su parte, reprochan al prelado en una carta abierta». No conocía la carta hasta leer ayer en DV un resumen de la misma y no voy a volver a ella. Pero me ha llevado a cambiar de tema para esta columna. Quiero contarles una historia triste de prohibiciones en la Iglesia y una postura valiente de un cardenal, en esa misma Iglesia.
De la historia triste fui testigo presencial. El 12 de marzo de 2002, Jacques Dupuis, teólogo jesuita, impartió una conferencia en el Forum Deusto. Mientras hablaba estaba yo a su lado leyendo una copia de su texto que me había enviado con anterioridad. Observé cómo se saltaba un largo párrafo y después, también algunas líneas. No le presté mayor atención pues es cosa habitual, entre conferenciantes, para ajustarse al tiempo previsto. Pero al término de su conferencia me pidió, inmediatamente, que le diera la copia que tenía de su texto y con un bolígrafo tachó los párrafos que se había saltado en la lectura y me dijo esta frase que aún retumba en mi cabeza: «Je n'est pas le droit de dire ça» (no puedo decir esto). Lógicamente el texto de la conferencia se publicó con su autocensura.
Al día siguiente acompañé a Dupuis al aeropuerto. Volvía a Roma y, por una vez, bendije el retraso de casi tres horas del vuelo. Dupuis, autor entre otros de un libro imprescindible -'Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso'-, y que tenía entonces más de 80 años (falleció pocos años después) me contó, en detalle, lo que había sufrido con la Congregación de la Fe (el antiguo Santo Oficio, con Ratzinger de Prefecto). Pocas veces en mi vida he sentido tanta vergüenza y tanto dolor por mi condición de católico. Tenía la sensación de estar frente a un hombre profundamente religioso, comprometido en una fe encarnada en el mundo de hoy, dolorido con la ceguera de su Iglesia. Ravasi es el nombre del cardenal valiente. En marzo puso en marcha en París 'El atrio de los gentiles', un espacio de encuentro de creyentes, de diferentes confesiones religiosas, y de no creyentes. No para convencer de nada a nadie. Solamente para escucharse. Claro que ese cardenal Ravasi es el mismo que en diciembre de 2010, en el diario 'Il Sole 24 ore' escribió: «La mejor forma para guiar al lector no técnico en medio de esta selva (de interpretaciones cristológicas) me parece la narrativa realizada en España por dos teólogos, Armand Puig i Tarrech ('Jesús. Respuesta a los enigmas') y José Antonio Pagola ('Jesús. Una aproximación histórica'). Un fuerte, muy fuerte, abrazo, José Antonio.
FUENTE: DIARIO VASCO 14 MAYO 20011