
José Antonio Pagola, sacerdote añorgatarra, ex vicario general de la diócesis de San Sebatián y teólogo, regresa a las librerías con el primer volumen de una serie sobre los cuatro evangelistas. Con este motivo, en el DIARIO VASCO tienes una clarificadora y esperanzadora entrevista. De ella entresaco algunas preguntas y respuestas. Puedes leerla entera en este enlace.
- En la presentación del libro ahonda en la idea de la renovación de la Iglesia, que adolece de «seguidores» de Jesús y en cambio propicia «adeptos a una religión». ¿A qué se debe este fenómeno?
- Ser cristiano es básicamente «seguir» a Jesucristo, identificándonos con su proyecto de vida más digna y justa para todos, y descubriendo en él a Dios acompañándonos hacia la salvación definitiva. Lo que sucede es que, muchas veces, se vive la religión cristiana de una manera distorsionada que hace olvidar la experiencia del seguimiento a Jesús. Con frecuencia, se inicia a los sacramentos, pero se descuida la iniciación al Evangelio; se alimenta la dimensión doctrinal de la fe, pero se olvida la adhesión vital a Jesús; se inculca la moral sistemática, pero no se enseña a vivir según el estilo de vida de Jesús.
- En la presentación del libro ahonda en la idea de la renovación de la Iglesia, que adolece de «seguidores» de Jesús y en cambio propicia «adeptos a una religión». ¿A qué se debe este fenómeno?
- Ser cristiano es básicamente «seguir» a Jesucristo, identificándonos con su proyecto de vida más digna y justa para todos, y descubriendo en él a Dios acompañándonos hacia la salvación definitiva. Lo que sucede es que, muchas veces, se vive la religión cristiana de una manera distorsionada que hace olvidar la experiencia del seguimiento a Jesús. Con frecuencia, se inicia a los sacramentos, pero se descuida la iniciación al Evangelio; se alimenta la dimensión doctrinal de la fe, pero se olvida la adhesión vital a Jesús; se inculca la moral sistemática, pero no se enseña a vivir según el estilo de vida de Jesús.
- ¿Y qué propone?
- Centrar el cristianismo con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús, su mensaje y su proyecto de vida. Volver a Jesucristo como el único que justifica la presencia de la Iglesia en el mundo, la única verdad de la que nos está permitido vivir a los cristianos. Esto significa dejarle al Dios, encarnado en Jesús, ser el único Dios de la Iglesia, el Abbá, el Dios amigo de la vida y del ser humano, el Dios de la compasión, que busca la salvación de cada persona por caminos que nosotros ignoramos. Dentro de una Iglesia centrada en Jesús es más posible seguir sus pasos.
- ¿Qué problemas sociales le preocupan?
- Los hambrientos. Ese es el mayor problema de la humanidad. Todo lo demás viene después. En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los que vivimos en los países del bienestar sólo podemos vivir avergonzados. Es un disparate y una ceguera cruel seguir obsesionados por un bienestar que a nosotros nos hace menos humanos y a los últimos de la Tierra los condena al hambre. Me duele saber que los efectos más graves de la crisis económica los van a sufrir una vez más los únicos que no han contribuido a generarla.
- El sociólogo Zygmunt Bauman ha dicho recientemente en Donostia que «la función de los curas la hacen los centros comerciales». ¿Qué reflexión le merece esta afirmación?
- No sé exactamente lo que pudo decir. Ciertamente estamos cayendo en la patología de la abundancia y nos estamos habituando a satisfacer toda clase de apetencias artificiales, sin cuidar las aspiraciones esenciales del ser humano. Queremos vivir cada vez más, mejor, cada vez más intensamente, pero ya no sabemos qué vivir ni para qué. Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco con pasarlo bien. La existencia termina haciéndose insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo y frivolidad. El ser humano está hecho también para cultivar el espíritu, acoger el Misterio y experimentar el gozo interior.
- Centrar el cristianismo con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús, su mensaje y su proyecto de vida. Volver a Jesucristo como el único que justifica la presencia de la Iglesia en el mundo, la única verdad de la que nos está permitido vivir a los cristianos. Esto significa dejarle al Dios, encarnado en Jesús, ser el único Dios de la Iglesia, el Abbá, el Dios amigo de la vida y del ser humano, el Dios de la compasión, que busca la salvación de cada persona por caminos que nosotros ignoramos. Dentro de una Iglesia centrada en Jesús es más posible seguir sus pasos.
- ¿Qué problemas sociales le preocupan?
- Los hambrientos. Ese es el mayor problema de la humanidad. Todo lo demás viene después. En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los que vivimos en los países del bienestar sólo podemos vivir avergonzados. Es un disparate y una ceguera cruel seguir obsesionados por un bienestar que a nosotros nos hace menos humanos y a los últimos de la Tierra los condena al hambre. Me duele saber que los efectos más graves de la crisis económica los van a sufrir una vez más los únicos que no han contribuido a generarla.
- El sociólogo Zygmunt Bauman ha dicho recientemente en Donostia que «la función de los curas la hacen los centros comerciales». ¿Qué reflexión le merece esta afirmación?
- No sé exactamente lo que pudo decir. Ciertamente estamos cayendo en la patología de la abundancia y nos estamos habituando a satisfacer toda clase de apetencias artificiales, sin cuidar las aspiraciones esenciales del ser humano. Queremos vivir cada vez más, mejor, cada vez más intensamente, pero ya no sabemos qué vivir ni para qué. Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco con pasarlo bien. La existencia termina haciéndose insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo y frivolidad. El ser humano está hecho también para cultivar el espíritu, acoger el Misterio y experimentar el gozo interior.
- Llega la Navidad. ¿Qué le sugieren estas fechas?
- Es difícil estropear más unas fiestas tan entrañables. A pesar de todo, tengo la impresión de que la Navidad es una fiesta que puede ser compartida por creyentes, menos creyentes o increyentes. En el transfondo de estas fiestas aflora en muchos un sentimiento común: la vida no es como quisiéramos. Se canta la paz, pero es imposible olvidar las guerras. Nos deseamos felicidad, pero vivimos amenazados por desgracias y miedos de toda clase. En el fondo, todos captamos que nuestra existencia desvalida está necesitada de salvación. Y en el origen de todo, la celebración de un «Dios hecho niño». ¿Será ésta la mejor revelación de ese Misterio último que los creyentes llamamos Dios?
- Es difícil estropear más unas fiestas tan entrañables. A pesar de todo, tengo la impresión de que la Navidad es una fiesta que puede ser compartida por creyentes, menos creyentes o increyentes. En el transfondo de estas fiestas aflora en muchos un sentimiento común: la vida no es como quisiéramos. Se canta la paz, pero es imposible olvidar las guerras. Nos deseamos felicidad, pero vivimos amenazados por desgracias y miedos de toda clase. En el fondo, todos captamos que nuestra existencia desvalida está necesitada de salvación. Y en el origen de todo, la celebración de un «Dios hecho niño». ¿Será ésta la mejor revelación de ese Misterio último que los creyentes llamamos Dios?