De los pies a la boca. Un viaje por los puntos calientes de nuestra anatomía. Un recorrido erótico por las zonas que disparan el misterioso interruptor del cerebro.
Hace un par de veranos llegó una respuesta al correo de la sección de sexo de esta revista. Decía: "En verano me gusta sentarme en el chiringuito y ver pasar pies desnudos porque algunos hombres se ponen muy atractivos en la zona inferior de su fisonomía. Veo caminar robustas pantorrillas bronceadas, firmes tobillos, potentes empeines. A veces esos veraneantes tienen la coquetería de hidratar la piel de sus plantas, limar sus uñas y adornarse con sandalias bonitas. Qué guapos". El verano y el descubrimiento. La escribía Susana Moo, seudónimo de una escritora gallega de literatura erótica, cuyo universo gira en torno a los pies. Los ajenos y los propios. En su identidad digital, Moo no es su rostro, sino el final de sus piernas. Ella en sandalias. Ella descalza. Ella con las uñas recién pintadas. Genera fervor en la red. "El fetichismo de pies levanta pasiones", dice. Hombres de medio mundo contactan con ella a través del blog o de su página de Facebook. "Es un misterio. Pero en esto coinciden muchas culturas desde la antigüedad". De la punta de los pies al último cabello, por qué nos atrae lo que nos atrae es un agujero negro del cerebro. "El gran problema de la neurociencia", según el doctor Barry R. Komisaruk, psicólogo de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, Estados Unidos) e investigador veterano sobre el despertar de la libido. Puede ocurrir con la observación de un empeine desde el chiringuito o con un fotograma infinitesimal de la vulva de Sharon Stone: "Bajo situaciones de deseo sexual, se activa la parte frontal del cerebro. Es una respuesta a la segregación de dopamina, un neurotransmisor que se genera en el bulbo raquídeo", explica el doctor Komisaruk. Más sencillo: "Sabemos que el sistema de la dopamina se activa con el deseo sexual. Es una forma de recompensa. Pero ¿por qué las neuronas nos hacen sentir atracción hacia determinadas cosas? Eso es aún un enigma".
El mapa del deseo. Si hubiera que trazarlo, saldría uno para cada individuo. "Da igual cada microgramo de piel que a uno le atraiga. Todo ha sido objeto de deseo en alguna cultura. Entre los japoneses, la nuca desnuda era terriblemente erótica, mucho más que los senos", dice el poeta y novelista Gregorio Morales Villena, referencia en los círculos de escritura erótica. El doctor Janiko R. Georgiadis, del departamento de neurociencia de la Universidad holandesa de Groningen, maneja sus hipótesis: "Algunas partes del cuerpo nos resultan biológicamente llamativas porque muestran capacidad reproductiva". Y traza ejemplos: el pecho, la ratio entre la cintura y la cadera, los rasgos faciales. Por supuesto, añade, el aprendizaje juega sus cartas: "Existe una evolución de las preferencias a lo largo de la vida. Las personas aprenden a admirar otros rasgos en el camino, incluyendo información no relacionada con el cuerpo, como la personalidad". Lo decía en la película Martín Hache (1997) el personaje interpretado por Eusebio Poncela: "Yo me follo las mentes". "El córtex cerebral, la parte más nueva y más desarrollada del cerebro humano, desempeña un papel crítico en la percepción de la excitación y el deseo", apunta el doctor Georgiadis. Allí se localizan también la imaginación, la decisión, el juicio. Pero cuando se nos cruza una imagen sexual perdemos el foco.
"Las regiones cerebrales que controlan la atención se activan. Nos volvemos prácticamente incapaces de no mirar", dice el doctor Martin Walter, del laboratorio de afectividad y neuroimagen clínica de la Universidad de Magdeburgo (Alemania). "La percepción de la excitación ha de generar una reacción emocional fuerte. Se activa el sistema de recompensa, y este nos pide que sigamos consumiendo o persigamos el objeto de deseo". La segregación de dopamina, añade, suele estar relacionada con el grado de novedad. "Normalmente nunca se muestran las partes más íntimas del cuerpo. Por eso mantienen un alto nivel de interés", según el doctor Walter. Y por eso, quizá, en esta etapa de destape general, la novedad se encuentre "en los territorios pequeños", según la sexóloga Natalia Rubio. Un piercing o un tatuaje en torno a lo ya visto. Son "detalles dentro de la zona", dice Rubio. Están de moda, añade, lo anal y lo genital, pero embellecido. O quizá siempre lo estuvieron. ¿Biología o cultura? A continuación les presentamos un mapa del deseo sin ánimo exhaustivo y sin orden de prelación. Es solo una sugerencia. Un recorrido erótico por aquellos lugares del cuerpo que desvían la atención y aprietan ese misterioso interruptor del cerebro.
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