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Universidad Politécnica de Catatuña |
Las carreras más demandadas entre los preuniversitarios son, por este orden, Medicina, Administración y Dirección de Empresas, Enfermería, Educación Primaria y Psicología. La nota de corte más elevada de entre las facultades públicas catalanas, por otra parte, la ha registrado la Universidad de Barcelona en la carrera de Medicina, con un 12,15 sobre 14. La siguen la licenciatura de Ingeniería en Tecnologías Aeroespaciales en la Universidad Politécnica de Cataluña, con un 12,066; Medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona, con un 12,040; Medicina en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, con un 11,786, y Periodismo en la Universidad Pompeu Fabra, con un 11,746.
Tras el verano, 50.650 alumnos ingresarán en la Universidad pública catalana, el 2% más que el curso anterior. También serán algo más viejos: el número de estudiantes procedentes de las pruebas para mayores de 25 y 45 años alcanza los 1.874 estudiantes, el 10% más que el año pasado. El incremento parece impulsado por la dificultad de estas personas para encontrar trabajo en el mercado laboral, señalan los expertos. "No es casualidad que se mantenga una tendencia ascendente al acceso a la Universidad entre los mayores de 25 años. La mayoría superan la treintena y han visto agotadas las posibilidades de buscar empleo", señala Ramón Ferrando, experto en formación laboral.
Los apuros para hallar empleo también repercuten en los menores de 25 años: unos 2.000 estudiantes serán universitarios veteranos que pretenden cursar su segunda carrera, el 22,4% más que el curso pasado. Castellà admitió que esta tendencia puede estar provocada por la crisis, pero subrayó que el promedio de desempleo entre universitarios en Cataluña es del 9%, la mitad de el registrado en el conjunto de la población activa. Esta tasa, sin embargo, apenas alcanzaba el 3% hace tres años, según estudios de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña que evidencian la influencia del parón económico en el paro universitario.
FUENTE: EL PAÍS, 21 JULIO 2011