Estimados padres, ha finalizado ya el curso escolar. Permítanme una serie de reflexiones nacidas al hilo, y con motivo, de las largas y periódicas comunicaciones que como tutor/a de su hijo/a he mantenido con ustedes a lo largo del curso. He llegado a una conclusión, y créanme que le he dado más de una vuelta, pero sé que no será de su agrado. Estimo que su vástago reúne las características del típico adolescente consentido que ha encontrado la manera de chantajear emocionalmente a sus padres y de manejarlos a su antojo y libre albedrío.
Créanme que me gustaría estar completamente equivocado. En este sentido me cuesta entender, por un lado, cómo ustedes son capaces de escucharle sin reaccionar ante todas y cada una de las particulares versiones que mi alumno/a les cuenta, y cómo, además, ustedes, los padres, actúan ninguneando sistemáticamente la autoridad de este tutor/a con tal de no ponerle ningún límite a los despropósitos de su hijo/a.
He llegado a la conclusión, y a los hechos me remito, que ustedes, por acción u omisión, no quiero decir que es resultado de una decisión premeditada, pero sí que dimitieron hace tiempo de su papel de padres. Y creo también que hoy es el día en que ustedes en el ámbito de la responsabilidad que les atañe no adoptan ninguna actitud responsable que contribuya a una correcta, en el más amplio sentido de la palabra, educación de su hijo/a. Con esa actitud de no ponerle límites de ningún tipo, ustedes están colaborando a formar una persona insegura e intolerante ante el mínimo fracaso, una persona caprichosa y tiránica. Ustedes no pueden consentirle todo a todas horas, no pueden desautorizarme sistemáticamente en su presencia, se equivocan completamente en desacreditarme, no pueden continuar creyendo a pies juntillas todo lo que se le ocurra a la calenturienta y egoísta imaginación de su vástago. «Bien vale París una misa» es un error que ustedes y su vástago lo pagarán caro. No avalen la sensación de impunidad de su proceder, consigan que entienda que la confianza se gana con esfuerzo continuado.
Háblenle de que en la vida si que existen los derechos, pero también las obligaciones. Y que él/ella también los/las tiene. No le dejen por el simple hecho de no tener que decirle que no, salir hasta cuando le de la real gana, y ver la tele, y utilizar el ordenador, y el tuenti, y el facebook, y el largo etcétera al que les impone su infante, sin ningún tipo de restricciones, control, límites ni criterio alguno. Incúlquenle que cualquier infracción a las normas tiene en la vida real su correspondiente coste y penalización. Les recuerdo que sin una mínima disciplina personal, ni orden, ni estructura de funcionamiento no hay nada que hacer. No sigan pensando que todavía es un/a tierno/a y delicado/a infante y que ya aprenderá cuando sea mayor, pues entonces será demasiado tarde, ojalá me equivoque, pero no lo creo.
A estas alturas tengo muy asumido que he sido señalado como el máximo responsable de todo lo no deseado por él, o ella, máxime culpable de todo lo que no satisfaga sus falsas expectativas creadas artificialmente, en una palabra, máxime reo de todo lo que no encaje a la perfección en los caprichos incumplidos de su hijo/a, y qué decir de los no logros en cuanto a su discurrir académico en este Instituto. Pero el problema, créanme, seguirá siendo de ustedes, no mío, al menos, no mío del todo. Miren, a su hijo/a, le dejaré de ver en dos o tres años como máximo, pero ustedes lo van a tener que aguantar, caprichosamente apalancado en su butaca, holgazán frente a la pantalla del portátil o de la play, ocioso y aburrido de la tele durante años haciendo lo que le venga en gana, cuando le venga en gana y con quien le venga en gana. Vagabundeará de la sopa boba de sus progenitores y ustedes no podrán ya hacer nada, porque cuando lo pudieron hacer dimitieron de sus obligaciones.
Me indigna que su infante piense con patética naturalidad que, yo, su tutor/a, sea, o deba ser, tan manipulable, blandengue, dócil y voluble como ustedes. Y que al no serlo, con mis aciertos y todas mis equivocaciones, se extrañe y a continuación se rebote obscena y chulescamente sin límite alguno. Me preocupa por ustedes y por su hijo/a. Les aseguro que he visto durante muchos años a adolescentes sin referencia alguna, sin capacidad para remontar la frustración estrellarse y ello por la irresponsable desidia de sus progenitores, adolescentes que no conocen el esfuerzo continuado, con un nivel de frustración mínimo y desconocedores de eso que entendemos por apretar los dientes y seguir. Y ello me apena.
Termino ya. Espero sinceramente que ustedes algún día decidan, y acierten, cumplir con el papel que les corresponde. Y permítanme una última cuestión: ustedes no son, no pueden pretender ser, los colegis de su vástago/a, tolerantes hasta la exasperación fruto ello de sus propias e íntimas imperfecciones y sueños incumplidos. Perdónenme, pero es lo que sinceramente creo. Ustedes son o deben ser, sencillamente, su padre y su madre, ni más ni menos y va siendo hora de que ejerzan como tales. Su papel es imprescindible e intransferible, su quehacer es insustituible. Cuando llegue ese momento y asuman su responsabilidad, tengan la seguridad de que me volverán a tener a su entera disposición para lo que ustedes necesiten de mí, y lo haré encantado. Felices vacaciones y hasta septiembre.
Atentamente. Su tutor/a
FUENTE: DIARIO VASCO 24 de JUNIO de 2011